
“MI MANO BENDITA”
Se detuvo la historia, princesa, y tu magia hizo hervir mis confines; tanto los de éste cuerpo terrestre, como los que hubo mi mente creado.
En la calle la gente ni cuenta se daba; no había espacio, ni tiempo y el aire, tan fresco, golpeaba sus caras. Y adentro, en mi cuarto, lo cálido casi quemaba y temblaban nuestros dos cuerpos cuando ese, tu Venus, mis manos tocaban.
Entonces el canto de aquellas aves y el tic tac de relojes eternos fungían cual canción de romance; y el sonido lejano y armónico del mundo ya externo sería el saxofón que volvía sublime el momento y el goce de aquél encuentro.
Dejaba de ser yo el narciso que tanto se amaba y sentí cada vez más desnuda mi alma; lo libre, mi ego y todo entregaba; y morí con el fuego que quemó hasta toda experiencia de seres que fuera en mis vidas pasadas.
Y tú no eras tan sólo bella, eras más; mi pasión encontrada. También decidiste arrancar de ti, incluso, las ganas de expresarte en palabras; por ello decías que eras mía con el cuerpo, con tocarme y lanzando miradas.
Nos volvimos uno cuando te tuve toda. En carne viva el amor había entrado en tu día y en mí, que ya inmerso mostraba mi faz alegría, aquél encuentro tatuaba la hora y la fecha precisa.
En salvajes caricias mis manos atravesaron tus suaves ropajes y quedó descubierta, completa, tu hermosa silueta; tus piernas, tus manos, tu vientre, tus senos y aquella escena cubrí de encanto al besarte, cual loco, cual niño aferrado o cual alma en pena.
Y no querías que terminara; ni la tarde tan bella ni mi cuerpo despierto y guiabas con tus manos las mías y toqué yo tu Venus y me prendiste a tu cuerpo.
Cuando alcanzaste incontenible la magia fuste luz y cascada descendiendo de una montaña y la vorágine de pasión que nublara tu ser por segundos la volcaste a mi ser y después percibí, sin que hablaras, un “gracias”.
Bendita la tarde aquella, bendita y el canto en las aves y tu belleza infinita; bendita, también, tu mirada, cuando toqué ese tu Venus, que la recuerdo éste día y aún éste cuerpo se excita.
FERNANDO REBOLLAR